Al cruzar esta frontera de agua encontramos mundos muy distintos a la Tierra, Venus y Marte. Por ejemplo, Urano y Neptuno, que están formados casi totalmente por agua, y algunos satélites de los planetas gigantes cuyas superficies están formadas casi siempre por hielo. Las densidades de la mayoría de estos cuerpos son poco mayores que 1, por lo que suponemos que en su interior también predomina el agua. Europa, que orbita alrededor de Júpiter, presenta unos paisajes que recuerdan a los de los mares helados de la Tierra cuando llega la primavera y la cubierta de hielo empieza a romperse (Figura 9). La única explicación de este fenómeno es la existencia en profundidad de un océano subterráneo. Éste tendría más de cien kilómetros de espesor, y su volumen triplicaría a la suma de todos los océanos de la Tierra.
Este caos de bloques helados en la superficie de Europa sería imposible si no hubiese un océano subterráneo bajo el hielo.