Como acabamos de ver en el capítulo anterior, actualmente los científicos consideran que el agua llegó a la Tierra desde la línea de nieve, arrastrada por el movimiento de meteoritos y cuerpos similares cuya trayectoria se encontró con la superficie terrestre.
Desde entonces, el agua continúa en constante movimiento, incluyendo por el interior de la Tierra, y siguiendo recorridos tan pintorescos y calurosos como los volcanes y los géiseres. Sin embargo, desde que la temperatura descendió lo suficiente como para que el agua se condensase en forma de lluvia que llenó las primeras cuencas oceánicas, el principal motor del movimiento es el Sol, y en su recorrido se intercambian los tres estados: sólido (casquetes polares, glaciares), líquido (mares, ríos, lagos y acuíferos) y gaseoso (nieblas y nubes).