La lava que surge del fondo marino empuja los continentes, ensanchándose así el océano.
Al mismo tiempo que se enfriaban, algo sucedía en su fondo: la mayoría de los volcanes submarinos se alineaba a lo largo de grandes grietas, por las que surgían enormes masas de lava. Esto sucedía porque, con el enfriamiento, la corteza de la Tierra se volvió más gruesa y más quebradiza.
Las masas de lava que surgían de las grietas empujaban hacia los lados el fondo marino, así que el océano se ensanchaba, moviendo también los continentes, que podían acabar chocando unos con otros. Y eso es lo que sigue pasando ahora: los continentes siguen moviéndose. A principios del pasado siglo, cuando los científicos comenzaron a encontrar pruebas de los movimientos continentales, creyeron que se movían como barcos a la deriva. Por eso aquella primera teoría se llamó deriva continental. Sin embargo, según acabamos de ver, los continentes están como soldados a los fondos oceánicos, que los arrastran.