El delta del Nilo. Se distinguen los dos brazos principales, el de Damietta a la izquierda y el de Rosetta a la derecha.
Los deltas se forman cuando un río desemboca en una plataforma continental amplia, donde empiezan a acumularse los sedimentos que arrastra. Éstos quedan sometidos a la influencia marina, sobre todo a las corrientes de deriva litoral, que arrastran parte de los sedimentos y los reparten a lo largo de las costas (así se forman las playas); también a los cambios en el nivel del mar. Por eso los deltas son sistemas muy inestables: como mucho duran 5.000 o 6.000 años. Desde el punto de vista humano, los deltas son zonas muy valoradas para la agricultura, porque la llegada de sedimentos aporta continuamente al suelo nuevos nutrientes. El mejor ejemplo de este uso es el delta del río Nilo [Figura 23], en el que viven más de 50 de los 66 millones de egipcios.
Junto a estas ventajas, las presas tienen serios inconvenientes, que afectan sobre todo a los deltas. Una presa actúa como una trampa para sedimentos, que se acumulan en su fondo en vez de depositarse en el curso bajo y el delta del río. Al dejar el delta de recibir aportes, las corrientes de deriva litoral y el oleaje lo erosionan, sin que nada pueda contrarrestar su acción destructiva. Todos los deltas se hunden porque, al ser cubiertos los sedimentos por otros nuevos, los primeros pierden volumen al expulsar el agua. Pero cuando una presa impide la llegada de nuevos aportes, el hundimiento no es equilibrado por el crecimiento y, por lo tanto, se acelera. El 85% de los deltas del mundo se están hundiendo cada vez más rápidamente.
También el delta del Nilo es un buen ejemplo de este proceso. Al construirse en 1964 la gran presa de Asuán, el delta dejó de recibir sedimentos y, a partir de entonces, se hunde a velocidades crecientes, especialmente a favor de varias fallas.
El curso medio y la desembocadura del río Nilo, con el delta y la situación de la presa de Asuán.
En este momento, 30% del área del delta está a sólo un metro sobre el nivel del mar. Pero el cambio climático puede empeorar el problema: las previsiones del Comité Internacional para el Cambio Climático apuntan a una elevación de un metro en el nivel del Mediterráneo hacia 2050. Es evidente que eso significaría la pérdida de un tercio de la superficie del delta, y por tanto el colapso de buena parte de la agricultura egipcia, además de la evacuación de decenas de millones de campesinos.
Esquema del delta del Nilo y velocidades de hundimiento (en milímetros/año) de cada zona. La zona de la derecha, delimitada por dos fallas (líneas de color), se está hundiendo más rápidamente. Los datos, de 1990, están desfasados: la velocidad de hundimiento se ha duplicado, y ya alcanza 1 cm/año.
Este dilema se plantea ahora en todo el planeta: las presas han prestado un gran servicio a la humanidad, pero casi todas se construyeron en un tiempo en el que sólo importaba el desarrollo económico. Ahora que también nos preocupa el medio ambiente, y en un momento en el que hemos comprobado que nuestra huella en el planeta empieza a ser peligrosa, la tendencia ha cambiado: se siguen construyendo presas (sólo en algunos casos tras estudios medioambientales cuidadosos), pero también se destruyen. Por ejemplo, en Estados Unidos se eliminan entre 20 y 50 presas cada año. En nuestro país aún no se ha alcanzado esa fase, y está prevista la construcción de 120 nuevos embalses.